EE. UU. 10 Sep. (LÍDER).- La fotografía que ves pertenece a otra época, a un mundo en el que el terrorismo era el problema de unos pocos, en el que la sangre solo se derramaba muy de vez en cuando, y en el que conceptos como "crisis global"o "desplome de mercados" aparecían solo en los libros de historia. Un cielo azul brillante y un suelo de nubes por el que asoma un símbolo del poder económico que no se volverá a ver hasta dentro de mucho. Es una simpleza casi infantil. Casi parece de un cuento de hadas.
La tomó, de hecho, una joven en abril de 2001, una estudiante de fotografía llamada Katie Weisberger, que acaba de empezar a estudiar el oficio en la Universidad de Nueva York. Iba a bordo de un avión, como tantos estadounidenses antes y tan pocos después, que la llevaba de su Virginia natal a Nueva York.
"Era muy pronto y solo recuerdo que todo era muy bonito", recuerda. "No tenía ni idea de que había sacado la foto. Estaba en el negativo". Reveló la imagen en una tienda de revelado y la guardó. Una más para su archivo. No la volvió a sacar hasta cinco meses después.
"Me estaba preparando para ir a clase; creo que era el segundo día", comenta Katie, mientras narra su jornada en la residencia de estudiantes del Village, un barrio neoyorkino muy cercano al World Trade Center. Cuando salió a la calle, vio con sus propios ojos cómo un enorme agujero humeaba en una de las torres. Al rato, otro avión impactó contra la otra. "La gente se paró; en ese momento me di cuenta de que era un ataque terrorista". Katie no sabía qué hacer, nadie lo sabía realmente. Fue a clase y el profesor dio la lección habitual. Todo era extraño; quizás nadie sabía entonces que el cuento de hadas se había terminado, pero casi todo el planeta lo sintió.
Katie recordó la foto que tenía bajo la cama. A los pocos días, la ciudad organizó una exposición de fotos inmortalizadas antes de la tragedia en un desgarrador amago de vincular el presente con el pasado, tan cercano y tan remoto. Era solo una foto más (la número 1621) de una colección de 5.690, pero fue la más vendida. Apareció más tarde en la CNN, en un documental realizado por la televisión pública estadounidense. Un rotativo de Connecticut envolvió el periódico de un día en una versión ampliada de la instantánea. Fue la portada de un libro, Falling Man, de Dom DeLillo.
Katie es ahora Mrs. Weisberger. Madre de un niño de dos años, vive en Colorado y es fotógrafa profesional. Su espíritu juvenil se plasma en la imagen pero, según ella, después del 11-S le da un toque más estremecedor. Todavía hoy encuentra ese recoveco de oscuridad en los días soleados. "Cada vez que veo un cielo perfectamente claro, pienso que 'el aire está demasiado limpio y el tiempo es demasiado perfecto, me acuerdo del 11 de Septiembre", comenta con nostalgia, no sin dejar una reflexión crítica: "Ha habido tanta violencia y tanto politiqueo en nombre del 11-S que creo que es importante distanciarnos un poco y ver que, pese a todo lo que ha pasado desde entonces, hubo un día hace diez años en el que todos nos conmocionamos a la vez porque pasó una cosa terrible. Espero que mi fotografía le recuerde a la gente algo tan simple como eso, y que, aún en el más oscuro de los lugares, hay belleza en esta vida".
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